Volar sobre el agua

Más allá de los sueños, también podemos volar. Volar ha significado siempre la posibilidad que tenemos los seres humanos de no conformarnos con lo que nos viene dado, de negarnos al límite, al adiós, a la despedida eterna.

Volar supone un ejercicio de resistencia ante la muerte. Me niego a que esto desaparezca, porque antes de que el ser humano pudiera volar, de acercar los cuerpos al tiempo, si alguien se iba muy lejos, era muy probable que jamás volvieras a verle, porque la distancia se hacía entonces algo insalvable. Te quedaban las cartas, eso sí, siempre las palabras. Querida prima, ojalá pronto volvamos a reencontrarnos. ¡Qué ganas de abrazarte! Espero que todo bien.

Volar supone por eso siempre un encuentro físico con los otros, pero también con el paisaje. Cambiar el paisaje es también una forma de aprender. Quizás una de las más hermosas porque te fuerza a interactuar y vivir en otro escenario. A ser otro, en esencia. Entender al otro es el único camino para ser mejores. Por eso volar ha de ser también un ejercicio de empatía. Hay algo en volar, como en bucear, que nos conecta con el origen, con lo uterino, con eso de poner un cuerpo a flotar. Hay algo con volar que tiene que ver con nacer.

 

 

Roy Galán. Escritor. Voz en off del documental «Volar sobre el agua».

Características de nuestros hidroaviones

El DHC-6 Twin – Otter es una aeronve de leyenda

Diseñado por De Havilland, esta pieza única de la ingeniería aeronáutica se ha convertido en un símbolo de los trayectos cortos, ágiles y prácticos.

Capacidad para un máximo de 16 pasajeros